Autor: Rafael Suárez Plácido 9 octubre 2010

La inteligencia y el hacha
(Un panorama de la Generación poética de 2000)
Luis Antonio de Villena
Visor, 2010

Es notable y llamativo el interés de Luis Antonio de Villena por establecer el canon de las generaciones más jóvenes. Ya lo había intentado en dos ocasiones: 10 menos 30 (Pre- Textos) y La lógica de Orfeo (Visor), y ahora retoma ese interés con este volumen, La inteligencia y el hacha (Un panorama de la Generación poética de 2000), de nuevo en la editorial Visor, en 2010.

En esta ocasión los escogidos son treinta y seis autores, el mayor de los cuales nació en 1964, mientras el más joven lo hizo en 1988: veinticuatro años de diferencia que bien podrían marcar el presente y parte del futuro de lo que se está haciendo en la poesía española actual.

Cada día sale una nueva antología de distinto tono: que si poesía de mujeres (las que más), que si poetas cordobeses (también muy frecuentes), que si poetas diferentes, que si poetas zurdos, que si poetas en democracia, que si poetas místicos, que si poetas combativos… La realidad es que en muy pocas ocasiones tenemos algo más que la constancia de que la poesía vende poco y si preparamos una antología de veinte autores, venderemos esa cantidad por veinte, aunque tampoco suele ser mucho. También es cierto que entre tantas antologías, quien no aparece, al menos, en alguna de ellas, simplemente no existe, no es nadie. Aunque el tiempo lo pone todo en su sitio. Un buen ejemplo de esto fue cuando se hizo una de las antologías más reconocidas en el tiempo: los novísimos, de J. M. Castellet, y se quedaron fuera una serie de autores: Luis Alberto de Cuenca, Antonio Colinas y el propio Luis Antonio de Villena entre ellos. Hoy cualquiera de estos tres es más leído y más considerado que muchos de aquellos.

¿Es novedosa la idea de la “Generación poética de 2000”, de Villena? Para responder, lo mejor es ir a otras antologías, por ejemplo a las que él mismo cita en su muy jugoso prólogo, y nos encontraremos con una propuesta muy parecida, “la generación de 1999”, de José Luis García Martín. Este prefiere su fecha por tratarse de un número menos redondo y que forma parte del siglo XX; Villena prefiere 2000 por todo lo contrario y por tratarse de “una fecha más señalada”. Yo creo que García Martín selecciona a los autores que más le gustan, mientras Villena busca ser algo más global, aunque hay también ausencias destacadas y presencias sorprendentes.

Luis Antonio de Villena sitúa el principio en la generación anterior: el grupo de los ochenta, que incluye a Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes, y, entre otros, a Jorge Riechmann, a quien el antólogo incluye ahí, supongo que para dar forma a su teoría, según la cual (“Toda generación es plural”), en una misma generación pueden encontrarse personalidades aparentemente muy contradictorias. Algo así ocurre con Blanca Andreu, a quien sitúa también en esta generación de los ochenta, aunque sus propuestas poéticas son también muy diferentes a las de la mayoría de los autores de su generación, que entrarían de lleno en la llamada “poesía de la experiencia”. Decíamos que para Villena algunos de los poetas que concluían con sus primeros libros el periodo de los ochenta (Alvaro García, Luis Muñoz), son los que inician este nuevo periodo, del que hablamos: “De segundones pasan (de un modo u otro) a ser jefes de fila, referentes para los más jóvenes en la nueva estética.”

Muy interesante me parece también su reflexión sobre el “poeta de moda”: generalmente mujer, y que nos va a servir para aclarar uno de los puntos más enigmáticos del libro. Él cita a Blanca Andreu, a Almudena Guzmán, Carmen Jodrá y, actualmente, a Elena Medel. Recuerdo que en uno de los análisis más interesantes que se ha hecho sobre la poesía actual más joven, Martín Rodríguez Gaona explicaba el fenómeno Elena Medel, comentando que “independientemente de su calidad literaria” los intereses de las instituciones culturales andaluzas en promocionar a alguien que sea joven y mujer. Lo cierto es que no hay poeta (que no sea también narrador) que aparezca más en todos los sitios que ella, y si bien su obra es interesante, no cabe duda que no lo es tanto como para estar más presente que la de otros que ya comentaremos. Este abrazo entre las instituciones y la joven poesía explica además uno de los hechos más llamativos del libro: nueve de treinta y seis poetas antologados son de Córdoba (y se me ocurren al menos dos ausencias notables). Seis más son andaluces, cuatro madrileños (entre ellos la apuesta personal del antólogo: el desconocido, al menos para mí, Jorge Gimeno, único autor que sólo ha publicado un libro hasta la fecha).

Uno de los temas por los que más se ha criticado la antología, como las anteriores de Villena, es por la escasa presencia de mujeres entre los antologados. Supongo que querrán que se legisle la paridad en estas listas. Lo cierto que no encuentro estas críticas cuando se edita alguna antología femenina. Le podrán criticar a Villena o a cualquier otro antólogo su gusto o su poca fortuna, pero esto es como si criticaran que no hubiera autores rubios o altos. Me parece ridículo. De entre las seleccionadas me interesan libros de Isabel Pérez Montalbán y, últimamente, estoy accediendo gratamente a la lectura de Ana Gorría. Quizás eche de menos a Miriam Rubio y me parece que igual que se han incluido entre los más jóvenes a algunos, podríamos encontrarnos algún nombre femenino más pero, ya digo, es mi opinión, sólo eso.

El título hace referencia a dos ideas: el “hacha” se refiere a la voluntad de corte con la generación anterior. Yo eso no lo veo demasiado claro. De hecho algunos de los poetas de los ochenta, casi todos, han evolucionado de esta misma forma. Del interior al exterior, o como diría Villena: de la emoción a la inteligencia. Esta “inteligencia” es a la que se refiere el segundo sustantivo del título.

El autor que inicia la antología es uno de mis favoritos: Juan Antonio González Iglesias. Encuentro que recoge la tradición clásica y la reviste de modernidad y actualidad como, en su momento hizo Luis Alberto de Cuenca o el propio Luis Antonio de Villena. Como también hace actualmente Aurora Luque. Pero sus libros actuales me parecen de los mejores. Acaba de editarse, también en Visor, su poesía reunida: Del lado del amor, y creo que ya es uno de los libros más recomendables del año. Pero los poemas que aparecen aquí son de los que menos me interesan de los suyos.

Si sólo tengo que recomendar la lectura de uno de los poetas presentes, sería la de José Luis Piquero. Suyo es el primero de los libros, cronológicamente hablando, de los antologados: Las ruinas, de 1989. Yo recomendaría El fin de semana perdido (DVD, 2009), uno de los libros más interesantes de los últimos años. La poesía de Piquero es deudora del realismo más crudo. La poesía es la vida y si la vida no siempre puede ser entendida, eso se deja ver en la poesía.

De los poetas cordobeses el que más me interesa es Pablo García Casado, y es así desde su primer libro, Las afueras, que conmocionó la poesía del momento. Supuso un verdadero hachazo contra lo que se había escrito en España. Sus otros dos libros han continuado una línea coherente y diferente de casi todo lo que se sigue haciendo en España.

Otro libro importante para conocer la poesía de estos poetas es Los mundos contrarios, de Antonio Lucas, el otro libro que yo destacaría de un buen 2009. Sus referencias a los simbolistas franceses nos muestran cuáles son sus lecturas preferidas, que él pasa por el tamiz de su estética surrealista.
Las lecturas poéticas más variadas europeas, hispanoamericanas, pero sobre todo filosóficas, son la clave que encuentra Villena cuando se refiere al hacha. Hay que entender esto muy bien para ver la interesantísima evolución de Carlos Pardo, no sólo en sus poéticas, sino también en su poesía, y en Juan Andrés García Román, que con El fósforo astillado (DVD) marca un hito en este modo de entender la obra poética.

Echamos de menos algunos nombres, pero especialmente no sé el criterio para que no esté Manuel Vilas, no el nocillero, el poeta. Sus dos últimos libros editados en Visor (Resurrección y Calor) son de los mejores que he leído estos últimos años. Y tampoco sé por qué no están Juan Bonilla, ni Jesús Aguado. Quizá no sea fácil encajarlas en unas ideas predeterminadas.


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