Autor: 25 septiembre 2008

Sofía Rhei: Las ciudades reversibles

Edición Colegio de Arquitectos de Ciudad Real, Ciudad Real, 2008

La joven poeta Sofía Rhei (Madrid, 1978), autora, entre otros títulos, de los libros Las flores del alcohol (2005), Versiones (2006) y Química (2007), nos ofrece ahora Las ciudades reversibles. Un libro cuyo objetivo es recrear aquel otro mítico de Italo Calvino, Las ciudades invisibles, en un ejercicio de valentía y asunción del hecho de que, a estas alturas de la historia de la literatura, la originalidad de una obra está precisamente en no pretenderla. Y así nos lo explica la autora en un párrafo del breve prólogo que acompaña a los textos de estas «ciudades reversibles»: «Si todos los libros están hechos de otros libros, no es de extrañar que surjan libros especulares. Las ciudades reversibles tienen la forma de un satélite alrededor de Las ciudades invisibles, de Italo Calvino. No puedo contar las veces que he leído este libro calidoscópico y atómico, encontrando cada vez nuevas facetas, imágenes que antes no había visto, ideas que se combinan de forma diferente. Por lo tanto, propongo este eco en uno de los caminos entre montañas abierto por Calvino: el libro-espejo de alguien que, tras recorrer un texto con vehemencia, desea que este no se termine nunca».

Marco Polo, en el libro de Italo Calvino, aseveraba en algunas de las conversaciones que sostiene con el Gran Khan, que en sus viajes la forma de avanzar era siempre hacia adelante y que al llegar a una encrucijada de caminos elegía uno al azar porque sabía que, fuera cual fuera su elección, esta supondría una nueva aventura, el conocimiento de una nueva ciudad y de sus entresijos.

Imaginemos que Sofía Rhei ha elegido una de las rutas que, solo debido al azar, ha rechazado Marco Polo. Imaginado esto, entremos con ella en esas ciudades reversibles de las que nos da cuenta. En ellas encontraremos la misma magia que exhalaban las ciudades por las que nos llevó el autor italiano al proponernos las cincuenta y cinco rutas fantásticas por sus ciudades invisibles. Nada hay de nuevo en el libro de la poeta madrileña. Igual estructura, el mismo número de capítulos y de ciudades, las conversaciones que abren y cierran cada capítulo y que, si en el caso del título de Calvino estas eran mantenidas entre Marco Polo y el emperador de los tártaros, en el caso que nos ocupa la autora las traslada con habilidad a una época más avanzada en el tiempo en donde Marco Polo ya ha muerto y es su hija, la joven Zenobia (no sé si esto se debe a un guiño reivindicativo o a un pequeño homenaje que se brinda a Scheherazade, la astuta narradora de Las mil y una noches), quien toma el relevo para entretener a un ya envejecido y más tolerante Kublai Khan.

Todo en Las ciudades reversibles nos lleva, aparentemente, al recuerdo de la obra de Calvino. Sin embargo no es así. Sofía Rhei da la vuelta, revierte con su texto aquel del que toma ejemplo y consigue una obra propia y muy personal que encandila con gran facilidad al lector. Con una prosa cargada de brillantes y frescas imágenes no exentas de ese surrealismo en el que se envuelve cualquier fantasía que se precie, la autora nos invita a recorrer los caminos más mágicos y variopintos: ciudades iguales a sí mismas, ciudades rampantes, ciudades con torres, ciudades con agua…

Tampoco renuncia Sofía Rhei a proponernos una reflexión sobre la ciudad moderna con sus luces y sus sombras, ni a ofrecernos pistas para descubrir que muchas de las ciudades que recrea están cerca de nosotros. Ciudades «que no parecen terminar nunca sus obras de mejora o reconstrucción, los agujeros de reparaciones, el maquillaje de sus fachadas, las restauraciones…» Ni prescinde de lo que es más importante y, a nuestro parecer, hace tan especial el libro de Italo Calvino: el sentimiento subyacente de la esencia misma del viaje y del viajero. La constatación de que cualquier viaje no es otra cosa que un viaje al interior de nosotros mismos. Que el viajero de su cuerpo nunca se aparta por más que el destino le lleve a un sinfín de puertos. Que los recuerdos no cesan en el ir y venir de navegante.

Herme G. Donis


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