Autor: 26 mayo 2007

Vicente Sabido: La lluvia de Cartago
Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2006

Sin tener en cuenta, y no por improcedentes, el prólogo de Sultana Wahnón, y el primer texto, titulado “Et in Arcadia”, que es como un segundo prólogo, en este caso del propio autor, La lluvia de Cartago dibuja un argumento que parte de las casas —la de la infancia y la del presente— del poeta y profesor Vicente Sabido 
—en el capítulo llamado “Puzzle”— y llega, en dos etapas —una en ese mismo texto, otra, al final del libro— a la de su amigo, también poeta y profesor, Miguel d’Ors. Incito al lector a recorrer ese espacio sentimental, vital y literario de esas casas que trazan prosas como “Puzzle” y “Conversación con Miguel d’Ors”, que cierra esta obra.

Además —y que me perdone su autora—, si no existiese el prólogo —nada improcedente—, el primer texto de apertura del libro sería “Et in Arcadia”, que es como un poema en prosa, casi como una cita, como la de Borges que subraya la evocación del título. (Una de las “Quince monedas” de aquel libro, La rosa profunda, de 1975.) Pero es, sobre todo, un lírico lema que impone un tono al libro, el tono de estas teselas: “Un pañuelo de tierra sembrado de hortalizas y árboles frutales. Una minúscula pradera donde siempre pacía un ternero. Un cañaveral bravío y un regato claro con el lecho de arena blanca sembrado de guijas negras”.

Tiene, pues, La lluvia de Cartago una buscada estructura que dispone prosas y ensayos escritos en muy diversos tiempos de una manera gratamente comprensiva para el lector de hoy. “Puzzle”, “Cuaderno de bitácora”, “Cuatro ensayos peregrinos” y el “Epílogo” son las partes que articulan este libro, que contiene textos escritos y publicados en 1974, 1988, 1992, en 1996…, y en 2003 los más recientes, como el ya citado que abre el volumen, “Et in Arcadia”. Su sucesión fuera de la cronología originaria resulta, también, una suerte de cartografía literaria de Vicente Sabido en su trayectoria de varias décadas como poeta y como profesor.

En lo primero, en su dedicación a la poesía, pueden verse algunas de las prosas de las dos primeras partes; pero sobre todo, el “Epílogo”, la referida conversación con Miguel d’Ors, en la que Vicente Sabido habla, desde la lectura que hace su amigo, de un buen número de sus poemas primeros, desde Aria, un primer libro de 1975 editado por la Universidad de Granada como premio García Lorca, hasta el proceso de gestación, en aquel momento, de Aunque es de noche (que publicó Renacimiento en 1994), lo que resume una trayectoria que quedó recogida en una selección de 1999 en la colección “Maillot Amarillo” de la Diputación de Granada bajo el título de Los cuarenta principales. Antología poética (1975-1994), y a la que remito al lector que quiera conocer este lado de Vicente Sabido.

Su dedicación al ensayo literario y su faceta como profesor la muestran en La lluvia de Cartago sus diferentes ensayos sobre esa esquina extremeña de la Ilustración española, en el caso de Francisco Gregorio de Salas —sobre el que Vicente Sabido sigue debiéndonos una edición completa y correcta del singular Observatorio rústico— o en el de un José de Cadalso con su ascendencia extremeña —por vía materna— y con su sombría experiencia de Extremadura, que dice más de su universal escepticismo que de una animadversión concreta, según Sabido. También quedan representados algunos intereses del autor a lo largo de su carrera como profesor, como crítico, en sus páginas sobre Manuel Machado y el haiku japonés o en las que conforman su Ensayo de aproximación a la crítica textural. Este es uno de los rescates más sugerentes de este volumen y el capitulillo sobre Machado, además de clarificador, es una interesante antología de piezas poco difundidas. Ni raros ni extraños, pues, estos ensayos, que es lo que, modestamente, parece sugerir Vicente Sabido con “peregrinos”, con el eco de un García Márquez que nombró sus Doce cuentos peregrinos por sus idas y sus vueltas a la papelera, entre otras cosas.

Por último, si se quiere, queda otro flanco, tan evidente como difuso, de este libro y de su autor. La expresión de una personalidad en escritos de viajes o más generalmente memorialísticos como las crónicas “Días de Illinois” o “Viaje de Normandía”, en las que hay de todo entre lo vivido y de todo entre lo recreado; o como los textos expurgados de un estudiante de poco más de veinte años o aquellos otros que narran ilustrativas pesquisas bibliográficas trufadas de vívidos recuerdos; todo ello repartido en las dos primeras secciones, en la más miscelánea de “Puzzle” y en “Cuaderno de bitácora”, partes de un conjunto que pone a disposición del lector unas páginas dispersas y en su mayoría de difícil localización. Ahora sí, “peregrinas”, por esto. Pero también necesarias, cabales y hermosas.

Miguel Ángel Lama


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