Autor: 15 enero 2007

Lisa See: El abanico de seda
Ediciones Salamandra, Barcelona, 2006

En los años sesenta, en plena revolución cultural, una anciana se desmayó en una estación de ferrocarril de un pueblo de China. Para saber quién era, la policía rebuscó entre sus pertenencias y encontró unos papeles escritos en un código secreto. Lógicamente, dados los tiempos que corrían, la mujer fue detenida y considerada espía. Los expertos en códigos, después de los consabidos análisis de esos textos, vinieron a concluir que aquella escritura no tenía nada que ver con las intrigas internacionales. En realidad se trataba de una lengua que, desde hacía más mil años, venía siendo utilizada únicamente por las mujeres, con el total desconocimiento de los hombres: el nu shu.

Cuando años después la escritora norteamericana de origen chino Lisa See (París, 1955), biznieta del patriarca del Chinatown de Los Ángeles, Fong See —cuya aventura americana narró en el libro de memorias On Gold Mountain— se topa con la noticia de que existe esta forma milenaria y desconocida de comunicarse entre mujeres, relata que comienza a obsesionarse por lo que hay detrás del nu shu y su cultura. Esta obsesión la lleva a viajar en el año 2002 a la provincia de Huan (donde nació esa escritura) para conocer a Yang Huanyi, última mujer hablante del nu shu y muerta en el año 2004 a la edad de noventa y ocho años. Allí, nos sigue contando Lisa See, se encontró con una mujer fuerte que había vivido la guerra civil, la revolución cultural y había sobrevivido a toda su familia y a varios gobiernos. Su cara y su actitud, nos sigue contando la escritora, le estaban diciendo: “He vivido tanto que ya no me pueden hacer nada y voy a decir la verdad”.

De este viaje a China y de este encuentro con el nu shu y con su última hablante nació El abanico de seda.

Esta novela absorbente, en la que se nos cuenta una historia hermosa y dura a la vez, y cuyo eje central es el amor, ocurre en el siglo xix, cuando las niñas eran sometidas al vendaje de sus pies, con el fin de que estos fueran más pequeños y así tener la oportunidad de una buena boda. Tras el vendaje (que tenía lugar en torno a los cinco años, una vez finalizados “los años de hijas”, el tiempo breve de la libertad y de los juegos), sus vidas transcurrían en reclusión, en la parte alta de la casa, en “la habitación de las mujeres”, destinadas a ser preparadas para su boda, disponiendo su ajuar y estudiando el nu shu. Naturalmente, al margen de sus propios deseos y no pocas veces envueltas en miedos y angustias, pero también en la felicidad de compartir un mundo propio que a través de ese idioma secreto les permitía desarrollar una creatividad, una cultura, una forma de comunicación que quedaba plasmada en los abanicos, en los pañuelos o en cualquier objeto, cuyo intercambio rompía los límites de incomunicación marcados por las ventanas altas de sus habitaciones, haciéndose así partícipes de sus esperanzas, sueños o realizaciones.

En este mundo se desarrolla la historia de amistad entre Lirio Blanco y Flor de Nieve, dos laotong, término que viene a significar ‘almas gemelas’, un vínculo mucho más fuerte, intenso y delicado que el que se solía establecer entre las simples “hermanas de juramento”.

Así, y mediante las historias a veces paralelas, a veces divergentes de estas laotong que se quisieron con la lealtad más firme, Lisa See nos va introduciendo en el mundo duro y cruel de estas dos mujeres, que aun sometidas a la rígida y a veces repugnante dictadura machista de los padres, esposos e hijos (“Vivimos para satisfacer los caprichos de los demás”, dice Lirio Blanco en un momento de la narración), saben albergar en su corazón —a pesar de la traición que surge por un malentendido— el mutuo amor que siente la una por la otra, mientras van compartiendo los avatares de una vida en común que comienza en la niñez y terminará con la muerte de Lirio Blanco, el personaje que cuenta la historia de las dos laotong desde la serenidad octogenaria que ya le permite decir “aquello que debía callar cuando era niña y dependía de los cuidados de mi familia o más tarde, cuando pasé a depender de la familia de mi esposo”.

El abanico de seda es una excelente novela que mediante la historia de sus dos protagonistas nos va contando con un lenguaje exquisitamente subyugante y poético, lleno de matices, belleza y emoción, las luces y las sombras de la cultura y la sociedad chinas del siglo xix y en la que se nos propone una reflexión: muy probablemente, desde el inicio de los tiempos, ha habido una historia y una cultura paralelas a las llamadas “oficiales” pero que por pertenecer al menospreciado submundo femenino no se le ha permitido aflorar e impregnar lo que en esta novela se llama el mundo exterior de los hombres.

¿Cuánta sabiduría de harén o de habitaciones de arriba (donde la manifestación natural de la poesía, la pintura, la música y los estallidos de color de los bordados compensaban la falta de presencia y de consideración de las mujeres en el mundo exterior) se ha perdido para la humanidad?

El abanico de seda es una novela que satisfará a todo tipo de lector. Su profundo lirismo, la búsqueda de un sentido que trascienda el dolor y la presencia continua de la muerte, el hallazgo de la armonía entre ellos, la atención al detalle que fascina y produce rechazo al mismo tiempo (insuperable la narración que describe el proceso del vendado de los pies o el sobrecogedor éxodo a las montañas huyendo de las revueltas políticas), la alegría, las lecciones de conocimiento, la energía, belleza y crueldad que exudan sus personajes, todo, hacen que esta obra sea de lectura inolvidable. De lectura que nos toca tan físicamente que después de poner fin a la historia de Lirio Blanco y Flor de Nieve, tenemos la sensación de que algo ha cambiado en nosotros.

Herme G. Donis


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