Autor: admin 27 septiembre 2009

Javier Fresán

Después de haber pasado varias horas con el poeta Luis Suñén (Madrid, 1951), sigo con la duda que me intrigaba al subir las escaleras de su casa: ¿encontraría más discos o más libros? En el salón donde charlamos, es la literatura quien conquista el territorio: solo una pared resiste la acumulación de ensayos y novelas, llenos de dedicatorias tan curiosas como la que le escribió Derek Walcott después de preguntarle por el significado de «cargar la suerte»: Para el único publisher-torero del mundo. Allí los libros no han llegado, pero sí los recuerdos de sus años al frente de algunas de las mejores editoriales del país, en forma de fotografías con Juan Benet y Manuel Rodríguez Rivero, durante la promoción de En la penumbra, o con sus maestros Jaime Salinas y Domingo Pérez Minik. La música está al fondo del pasillo, y es difícil hacerse una idea de cuántas obras ha escuchado Luis Suñén, porque él mismo tomó la iniciativa de sustituir las carátulas por sobres transparentes, que ocupan cinco veces menos. Esos pocos metros que separan el salón del cuarto de los discos podrían ser un buen resumen de la trayectoria de este hombre polifacético, que ha sido crítico literario y musical, y hoy dirige el programa Juego de espejos en Radio Clásica. Pero quizá no haya mejor forma de conocerlo que adentrarse, de la mano de la editorial Dilema, en ese lugar donde oír llover que es su poesía reunida.

Autor: admin 6 marzo 2009

Javier Fresán

A Javier Gomá Lanzón (Bilbao, 1965) le gusta hacer semblanzas. Me lo confiesa mientras comemos en el restaurante al que me invita, un gallego cercano a la Fundación Juan March, que dirige desde el año 2003. También yo intento retratarlo en medio de la animada conversación, y poco a poco se dibuja el perfil de un hombre apasionado, con una curiosidad desbordante. De vocación totalizadora, capaz de explorar las vidas paralelas de Goethe y Rosseau mientras sus hijos juegan a fútbol en el salón de casa. Quienes visiten la Fundación lo encontraran sentado en la primera fila del auditorio, con una carpeta en la mano. Me cuenta que es el capítulo o la conferencia en la que trabaja en ese momento; quiere tenerlos siempre cerca, un poco a modo de amuleto. Tras sus estudios de Filología clásica, se licenció en Derecho en sólo tres años y fue número uno en la oposición a Letrado del Consejo de Estado. «Un lugar maravilloso, al que sólo hay que ir los jueves, aunque se trabaja mucho más». Durante el resto de la semana, se doctoró en Filosofía y comenzó a escribir Imitación y experiencia (Pre-Textos, 2003; Crítica, 2005), primera piedra de un proyecto filosófico de largo alcance, que ya había vislumbrado durante su adolescencia. Con esta obra ganó el Premio Nacional de Ensayo, hecho más o menos insólito —recalcó la prensa— si consideramos que se trataba del primer libro de un filósofo de menos de cuarenta años, sin posición académica estable. Después vino Aquiles en el gineceo (Pre-Textos, 2007), una reflexión en clave mitológica sobre los estadios de la experiencia de la vida. Es precisamente este concepto, de cuya desatención filosófica se lamentaba Ortega, el que conduce una tetralogía de la que nos ofrecerá una nueva entrega, Ejemplaridad pública, en septiembre de este año.

Autor: admin 18 mayo 2007

Javier Fresán

“Quizá corresponda a los poetas recordar cosas muy simples”

“Bibliofilia y tesoros, para otros / Mis lujos se consiguen con dos euros”. El poeta me recibe en vaqueros y zapatillas. Get up and shout tatúa su camiseta sobre el torso homérico. Levántate y grita. Desde la publicación de La hermosura del héroe, que sorprendió por su serena síntesis de la tradición clásica con los mitos modernos del deporte, Juan Antonio González Iglesias (Salamanca, 1964) viene destacándose como una de las voces más maduras y originales de la poesía española contemporánea. Educado en la Grecia de Píndaro y Epicuro, y luego en la Roma de Ovidio, Horacio y Séneca, González Iglesias pasó también por Florencia y por l’École des Hautes Études en Sciences Sociales antes de asentarse en Salamanca, donde enseña filología latina. De sus días en París nació Esto es mi cuerpo, un libro de entrega en el que el poeta ofrece al mismo tiempo sus bíceps y sus reflexiones. A la “felicidad libre de euforia, que no atrae la atención de los dioses, porque apenas es” que se dibujaba en Esto es mi cuerpo siguió el retiro del mundo de Un ángulo me basta (“Me concentro mejor en un ciprés / que en las conversaciones”), donde González Iglesias se retrata como “Misántropo, ma non troppo” y “asceta inconsciente”. Ahora vuelve a las librerías con Eros es más, que ha obtenido el premio Loewe de poesía, y con las traducciones de la obra completa de Catulo y los últimos poemas de amor de James Laughlin.