Autor: 21 abril 2008

José Cereijo: Música para sueños

Pre-Textos, Valencia, 2007

Siempre los sueños son ese lugar intacto donde habita todo aquello que nos falta, un lugar íntimo, intransferible, pero también callado, como si ese silencio que los guarda fuera la mayor prueba para fortalecerlos, para hacerlos verdaderos. Pero ¿qué ocurre cuando esos sueños dejan su mudez para musicarse; si, como un intruso, una música entrara en ese silencio para hablar con los propios sueños y hacerlos fiel testimonio de una vida? Eso ocurre en este nuevo libro del poeta gallego José Cereijo (Redondela, 1957).

De trayectoria lírica muy sólida, Cereijo, con este Música para sueños nos habla como alguien puede hablarse a sí mismo ante un espejo: con la misma desnudez y sinceridad de alguien que ya no teme nada de su propia vida, de alguien que acepta el paso del tiempo, la muerte o la pérdida como óbolo a la vida. Alguien, al fin y al cabo, que acepta lo vulnerable de los sueños. De ahí nace la verdad de este libro que se nos acerca con versos delicados, semejantes a unos pasos que no quieren despertarnos, pero que hacen notar su presencia recordándonos lo que no fuimos, lo que nunca tuvimos, la carencia terrible que ya no vemos a lo lejos como una presencia más, sino que somos nosotros mismos. Dice en su poema «El amante recuerda«: «Queda lo que no pasa ni puede pasar nunca: / lo que nunca ha pasado». Porque también somos eso, ese sueño doloroso de lo que no tenemos y en ello nos construimos, en nuestras propias ausencias.

Música para sueños es un poemario escrito en silencio y todo lo que hay en él nos lo dice: imágenes a punto de desvanecerse en nuestros oídos (discúlpenme la sinestesia, pero era necesaria) escritas con pinceladas rítmicas semejantes a esa música que el poeta escucha. Y nunca antes la muerte tuvo su sonido, por ejemplo, y eso ocurre en este libro: que esa muerte temida desde siempre se vuelve compañía aceptada de quien no puede negarla, atreviéndose, delicadamente, a hablar con ella cuando aparece representada, incluso, en el cuerpo de un pequeño pájaro, tal y como muestra en su poema «Pájaro muerto»: «Velado por la muerte, / tu pequeño ojo oscuro me mira todavía, / con algo que no sé si es pregunta o respuesta / o está ya más allá de todo eso». Cereijo tiene la habilidad poética de poder crear un diálogo de y con todo aquello que le rodea, parece que todo pudiera explicarle lo que quiere mostrarnos. El poder de comunicación de lo ajeno, a pesar del silencio, es una de las premisas en este poemario. Cada objeto es una palabra viva, palabra dibujada con una delicadeza hermosa, intensa y melancólicamente meditativa, como si el tiempo la hubiera modelado en la calma de la aceptación más absoluta.

Decía César Simón: «Este silencio cómo afirma». Y a esa poética se acerca esta Música para sueños sumergida en la nostalgia del pasado y de lo imaginado, de lo habitado y abandonado, de toda la materia, al fin y al cabo, de la que están hechos los sueños, también de la consciencia de que ellos también serán tocados, tarde o temprano, por la muerte. Pero no se confunda el lector al calificar este libro de elegiaco, porquela muerte es una aceptación, no una compañía ni un canto a ella. La voz del poeta nace desde la vida y, por esa esencia de vida, está rodeada de muerte. Y tampoco se confunda con pensar que los sueños en este libro es el lugar donde ocurre todo lo que queremos que ocurra, sin más, porque esa consciencia que nace del sueño tiene un precio alto, poco de ideal hay en él, y ese precio consiste en que el autor nos muestra que esa perfección es inútil y que todo lo que tiene de irreal es lo que la lucidez descubre como ausencia, como lo que nos falta: «la perfección inútil de los sueños, / la verdad de la ausencia». Todo lo que tiene este libro de certeza, lo tiene de verdad, y eso lo hace necesario.

Cereijo construye, en este libro, una vida íntima, callada, donde cabe su historia que desvela como se desvelan los secretos, a media luz. En su poema «El secreto» dice: «Mis amigos suponen que soy un hombre frío, / como si todo en mí guardase las distancias / y no existiera nada capaz de conmoverme. / Yo sonrío y me callo, celando mi secreto. / Aunque parezca solo, estoy siempre contigo. / Y me avergonzaría no ser dueño de mí, / delante de esos ojos», y nos conmueve ese secreto tan cercano que vive como si de veras al otro lado de las palabras alguien escuchara, alguien se sintiera acompañado y nadie lo supiera, en medio de la soledad de la gente (idea recurrente a lo largo de la historia de la literatura, pero que bien tratada da bellos resultados y se aleja del tópico, como es el caso). Y es que la poesía de José Cereijo tiene, también en otros de sus libros (cito, por ejemplo, Las trampas del tiempo o La amistad silenciosa de la Luna), la capacidad de hablarnos uno a uno cuando lo leemos.

En definitiva, es un libro hermoso, escrito en verdad como con música, que solo el lector que se aproxime a ese silencio suyo podrá entender, porque es un poemario que se dirige a cada uno de nosotros ysiempre, cada vez, tendrá un significado diferente.

Marta López Vilar


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