Autor: 17 septiembre 2007

Cristina Peri Rossi: Cuentos reunidos
Lumen, Barcelona, 2007

Cristina Peri Rossi reúne ahora en un solo volumen todos sus relatos, procedentes de otros libros y algunos inéditos. La portada del libro refleja fielmente toda esa multitud de personajes que luego nos encontramos, cuyos sombreros de colores diversos y el rostro que no vemos nos lleva a preguntarnos por sus vidas, sus anhelos, miedos y deseos. Este poder de atracción, de despertar nuestra curiosidad, de sumergirnos en historias que aún desconocemos, es una de las principales virtudes que descubrimos en este libro nada más abrirlo. La autora nos confiesa en el prólogo: «Es un género que amo, como lectora y escritora, al que regreso siempre, y al que seré fiel durante toda mi vida. Me gusta la gramática del cuento, su estructura, su brevedad (he escrito algunos relatos largos también) y el hecho de que hay que prescindir de lo accesorio, de lo poco significativo. La mayoría de las veces mis personajes, como los de Kafka, no tienen nombre, porque sería un dato innecesario: el relato tiene una economía tan implacable como la poesía».

Poco más cabe decir. Su amor por este género lo demuestra en cada página, así como su talento. También, un prodigioso dominio de la técnica narrativa, de la diferencia y riqueza de registros, del buen gusto a la hora de reflejar un tono quizá más agrio, más comprometido con la realidad, para el que utiliza como herramientas fundamentales un sarcasmo e ironía muy personales. Cristina Peri Rossi nos demuestra su maestría a la hora de enfrentarse al cuento, ese «mecanismo de relojería donde cada palabra es imprescindible». Sincera, audaz, lúcida, divertida y muy cercana. Hay dos elementos claves para Peri Rossi: la primera frase («La primera frase de un relato es decisiva») y la última («Para esa unidad de efecto de la que habla Edgar Allan Poe, tan importante como la primera frase es la última. A veces, se trata de un golpe definitivo, de un k. o. magistral. Pero, en otros casos, conviene a la emoción que se desea causar un final ambiguo, abierto, lleno de incertidumbre»). El círculo se abre y se cierra con la perfección exacta, en el momento adecuado, todo ha sido calculado al milímetro. La primera frase es impactante, siempre, y el final deslumbra, nos inquieta, o nos golpea de forma brusca, seca.

Para la autora el cuento significa algo más que el relato de una historia: «Los relatos son siempre una especie sofisticada de parábolas y moral del término, aunque la forma haya evolucionado muchísimo. Y son parábolas porque los seres humanos, a diferencia de los animales (por los que siento gran respeto y cariño) aprendimos a través de las historias». Y sentimos esto al leerlos, esa especie de visión, o de luz al final del camino, descubrimos algo, nos reflejamos en alguna conducta o algún personaje. Cristina Peri Rossi se nos revela bajo estas páginas como chamán: cada relato esconde una revelación. Aprendemos, sin duda, algo: «Un cuento es una ficción que esconde una verdad a veces difícil de asumir».

Encontramos aquí musicalidad, ternura y erotismo, deseo, dolor, vergüenza, miedo… No es difícil que alguno de estos personajes nos resulte cercano, conocido incluso, querido u odiado. A veces reina el absurdo, el surrealismo, nos recuerda a Cortázar, otras la angustia de Kafka, la prodigiosa lucidez de Borges, incluso el relato futurista de Huxley, pero siempre permanece latente la singularidad, la sorprendente originalidad de la autora. Cristina Peri Rossi posee un universo particular, muy personal, de enorme riqueza. En ningún momento abandona la denuncia ante la injusticia, el compromiso frente a una sociedad del todo equivocada: «Los sobrevivientes de esas noches de torturas y de dolor, nacían con el signo de la resistencia y la fortaleza». Rescata también el mundo de los sueños, de lo inalcanzable: ciudades de nombre Luzbel… O nos encontramos ante relatos que esconden casi un tratado filosófico o metafísico, historias que nos hacen reflexionar: «El museo de los esfuerzos inútiles», «Los desarraigados», «La cabalgata», «El mártir»… Nos habla de la fragilidad humana, del azar, del destino, del amor y las relaciones («Para él, la realidad era un cuadrado. Para ella, la realidad era una circunferencia»), o un cuento se nos muestra como una terrible premonición (en «La rebelión de los niños» hallamos una nota de la autora donde confiesa que este se convirtió en una premonición de lo que más tarde sucedería: golpe militar). Otro de los elementos clave en la prosa de Peri Rossi es la «vuelta de tuerca» que consigue dar a todo lo imaginable: «A las cuatro me llamó mi psicoanalista. Estaba muy angustiado: había descubierto al segundo amante de su mujer». O como ocurre en «La oveja rebelde», su protagonista en vez de contar ovejas para alcanzar el sueño decide golpearlas hasta matarlas puesto que la primera se decide a saltar, así se queda plácidamente dormido. En «Suicidios S. A.»: «La ciudad protege a los suicidas. Se han construido expresamente viaductos, puentes y acantilados a fin de que los hombres y mujeres decididos a suicidarse puedan ejecutar el acto con las mayores garantías de éxito». En «El juicio final», cuando Dios se le aparece a un pobre hombre que se dirige a su oficina ocurre lo más inesperado: «Entonces, extrajo del bolsillo interior de su chaqueta unas cuartillas escritas a máquina (era un hombre prolijo) y calándose los lentes (sufría una moderada presbicia) comenzó a leerle a Dios la lista de cargos que durante cincuenta años había acumulado contra él, de forma imparcial, como un anónimo investigador que ha seguido a un sospechoso sin que este se diera cuenta». Destaco de toda la colección de cuentos «El ángel caído» (ganador del premio Puerta de Oro en 1985), una especie de relato futurista donde un ángel caído «cae» en un mundo en ruinas, cruel y sin sentido, y donde una señora decide sentarse a su lado y acompañarle mientras suenan las sirenas para que la gente acuda al búnker. En «Una lección moral» aprendemos cómo no debemos tratar a un enemigo, ya que nuestra bondad puede hacerle creer que no ha hecho bien su trabajo e incomodarle nuestra falta de atención.

Cristina Peri Rossi disecciona a sus personajes, su psicología, sus pensamientos más profundos e inconfesables, lo sabemos todo sobre ellos, tal y como son, al desnudo: «Y lo que quería el doctor Minnous, esa noche, era acariciarse los senos, como si fuesen enormes, rodearlos con los dedos, resbalar hasta los muslos, bailar, bailar, como una corista, mientras Diane Warwick, en el compact murmuraba: ser mujer es maravilloso».

En el cuento que cierra este volumen, «Cantar en el desierto», una mujer canta en el desierto como una sirena varada a la que nadie escucha. Me pregunto si esta no es la metáfora perfecta que resume el silencioso trabajo de orfebre que realiza en soledad Cristina Peri Rossi hasta llegar a nuestras manos.

Ana Vega


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