Archivo de septiembre, 2009

Diario del traductor. Venturas y desventuras de la traducción poética

martes, septiembre 29th, 2009

Pablo Anadón

I. Extraño destino el del traductor de poesía. En su tarea se conjuga, de manera admirable y penosa, mucho de cuanto tiene de «esplendor y miseria» —utilizo la expresiva fórmula de Ortega y Gasset— la creación literaria. Digo el traductor de poesía, en particular, porque en su oficio, si es que puede hablarse de un oficio en su caso, se encuentran centuplicados los problemas que plantea toda traducción literaria.

Comencemos por las penas y miserias de la traducción. Ya el título mismo de estas páginas nos llama a la realidad: para cualquier lector puede ser apasionante asomarse al diario de un escritor, asistir a los secretos vínculos o rupturas entre la vida diaria de un autor y sus obras; ahora bien, ¿a quién puede interesarle espiar en el diario de un traductor? Vería allí a un hombre que por la mañana elige un adjetivo y por la tarde lo tacha; que ensaya hacia la noche una traslación en verso libre y por la madrugada descubre que el poema funciona mucho mejor en heptasílabos y endecasílabos… Vale decir: un traductor casi no posee vida, sino por interpósita persona; su función no es transfigurar su existencia y su experiencia del mundo en palabras, o, para decirlo borgeanamente, «convertir el ultraje de los años / en una música, un rumor, un símbolo». Su cometido es mucho más modesto: consiste en tomar esa música, ese rumor, ese símbolo, que han sido plasmados por otro con tan milagrosa perfección en el idioma original, e intentar que su versión en la propia lengua no sea un ultraje al poema admirado. En este sentido, el diario de un traductor me hace pensar en las anotaciones que podría haber llevado uno de aquellos monjes medievales que pacientemente copiaban en un pergamino las obras que, sin su servicial intervención, se habrían perdido para siempre en el tiempo.

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W. B. Yeats. La escalera de caracol

domingo, septiembre 27th, 2009

Nota y versión de Antonio Linares Familiar

En 1933 William Butler Yeats publica La escalera de caracol, seis años antes de su muerte y en un momento no solo de madurez creativa, sino también cargado y renovado en sus energías vitales y de escritor tras superar una enfermedad. La escalera de caracol supone, dentro de la obra poética del autor irlandés, una prolongación de La torre (1928) ambas obras se complementan, se acompañan y crecen en intensidad y significado a la par. En los dos textos encontramos, como si fueran sombras el uno del otro, poemas gemelos en temática y simbología; si en La torre aparecen, entre otros, «Navegando hacia Bizancio», «La Torre», «Mi mesa» o «Un hombre joven y anciano», en La escalera de caracol son «Bizancio», «La sangre y la luna», «Un diálogo entre el ser y el alma» o «Una mujer joven y anciana» sus iguales. Mas es en La escalera de caracol donde Yeats avanza en su evolución creativa, donde hace que cada ornamento, cada riqueza de detalle se desvanezca en un fondo oscuro, donde sólo unos pocos objetos (la torre, la llama, la espada…) brillan con una claridad que trasciende de lo natural. Lo que en La torre era un mundo pleno en el que los símbolos se desarrollaban a través de un creciente significado del paisaje, del mobiliario, de coloridos cuadros, se torna, en La escalera de caracol, en un universo empequeñecido y doloroso, sin adornos, en blanco y negro, donde parece poco posible representar una imagen humana en un dominio en el que elementos externos al hombre le agitan, mueven y rasgan en una geografía oscura y nocturna.

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Luis Suñén, el que oye llover

domingo, septiembre 27th, 2009

Javier Fresán

Después de haber pasado varias horas con el poeta Luis Suñén (Madrid, 1951), sigo con la duda que me intrigaba al subir las escaleras de su casa: ¿encontraría más discos o más libros? En el salón donde charlamos, es la literatura quien conquista el territorio: solo una pared resiste la acumulación de ensayos y novelas, llenos de dedicatorias tan curiosas como la que le escribió Derek Walcott después de preguntarle por el significado de «cargar la suerte»: Para el único publisher-torero del mundo. Allí los libros no han llegado, pero sí los recuerdos de sus años al frente de algunas de las mejores editoriales del país, en forma de fotografías con Juan Benet y Manuel Rodríguez Rivero, durante la promoción de En la penumbra, o con sus maestros Jaime Salinas y Domingo Pérez Minik. La música está al fondo del pasillo, y es difícil hacerse una idea de cuántas obras ha escuchado Luis Suñén, porque él mismo tomó la iniciativa de sustituir las carátulas por sobres transparentes, que ocupan cinco veces menos. Esos pocos metros que separan el salón del cuarto de los discos podrían ser un buen resumen de la trayectoria de este hombre polifacético, que ha sido crítico literario y musical, y hoy dirige el programa Juego de espejos en Radio Clásica. Pero quizá no haya mejor forma de conocerlo que adentrarse, de la mano de la editorial Dilema, en ese lugar donde oír llover que es su poesía reunida.

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Un hombre enjuto, tal vez tímido

sábado, septiembre 26th, 2009

Marta María García Suárez

He vivido casi cinco años en Albania, desde el 2001 hasta el 2004. Al principio, los albaneses que encontraba me saludaban con un rotundo: ¡Hasta la vista! Curiosa, pregunté de dónde salía una forma tan particular de saludar. Me hablaron de Hasta la vista, la novela sobre la guerra civil española, escrita por Petro Marko que, como Hemingway, luchó en las Brigadas Internacionales. Petro Marko es uno de los escritores más conocidos y valorados de Albania. Fascinada por este personaje tan importante como desconocido fuera de Albania, España incluida, comencé a estudiar su figura junto con la lengua y la cultura de su país. Y así descubrí a Ismaíl Kadaré.

No hay un hecho cultural albanés, ni un artista, ni un intelectual que puedan obviar al autor de El palacio de los sueños. Gracias a la traducción de sus obras por Ramón Sánchez Lizarralde ya había leído novelas de Ismail Kadaré, este sí, conocido en España y en todo el mundo. Pero tuve que vivir en Albania, compartir su entorno cultural, frecuentar escritores y otros artistas de su país, hablar con la gente de la calle, para entender lo presente, lo grande y lo discutido que podía ser este hombre enjuto, tal vez tímido que tuve la suerte de encontrar, más de una vez, en Tirana.

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De crimen y traición

sábado, septiembre 26th, 2009

Miguel Barroso
Un asunto sensible
Mondadori, Barcelona, 2009

Miguel Barroso publicó en 1998 una novela sobre la revolución cubana, Amanecer con hormigas en la boca. Quiso luego escribir una continuación, Huracán sobre el azúcar, pero al documentarse para ello tropezó con un reportaje, publicado por la revista Bohemia el 20 de marzo de 1964, que le hizo cambiar de rumbo. El reportaje se titulaba «Pena capital para el delator de los mártires de Humboldt, 7» e iba ilustrado con varias fotografías, la más impactante de las cuales aparece ahora en la cubierta de Un asunto sensible: un niño, con los pies juntos y las manos en la espalda, observa el charco que ha formado en el vestíbulo del edificio la sangre que desciende por los empinados escalones.

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Pequeño tratado sobre la grandeza

viernes, septiembre 25th, 2009

Giuseppe Cesare Abba
Crónica de un tiempo perdido
Traducción de Martín López-Vega Periférica, Cáceres, 2009

Sobre la escasa estatura de Napoleón Bonaparte se fueron tejiendo, reales o figuradas, multitud de anécdotas. Quizás una de las más conocidas relata cómo en cierta ocasión, durante un campamento previo a una batalla, el corso intentaba alcanzar el fruto de un árbol sin conseguirlo. Tal situación fue percibida por uno de sus oficiales, un hombre de gran envergadura que al ver cómo el emperador era derrotado debido a su corta estatura, se le acercó y le dijo con el mayor de los respetos, pues de sobra conocía el temperamento irascible de Napoleón: —Si me permite, general, yo le alcanzaré la fruta ya que soy más grande. A lo que Napoleón respondió con gesto severo: —Más grande, no. Más alto.

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En la misma luz

viernes, septiembre 25th, 2009

Antonio Moreno
El laberinto y el Sueño
Renacimiento, Sevilla, 2009

Como lector, una de las cualidades que más aprecio en la obra de Antonio Moreno es su virtud de cercanía; su don de ser siempre fiel a sí mismo; esa capacidad tan característica de su arte que nos permite de inmediato confiar en su palabra, y que nos mueve a aceptar sin prevención la veracidad y honestidad de lo que nos cuenta. Como escritor, Antonio Moreno está siempre, entero, en cada uno de sus libros; en cada párrafo o estrofa; en cada verso o frase, sin velo ni disfraces ni traición. Y la distancia imaginaria que parece existir siempre entre el escritor y el ser humano; entre quien escribe como personaje y la persona que sustenta esa escritura, se diluye en él con tal naturalidad que al lector, muchas veces, le resulta desarmante; y acaba teniendo la sensación de no hallarse ante un libro abierto, sino ante un hombre que nos habla y acompaña con las armas y las formas de un maestro o un amigo.

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American Way of Live

jueves, septiembre 24th, 2009

Chris Ware
Catálogo de Novedades Acme
Mondadori, Barcelona, 2009

Si Jimmy Corrigan es la obra mayor de Ware, uno de los puntales del nuevo cómic americano, junto con Daniel Clowes y el canadiense Seth, el Catálogo de Novedades Acme supone su incursión en la cara más iconoclasta del arte secuencial. Desde los trabajos de Eisner sobre lo que teóricamente era una novela gráfica hasta la actual proliferación de tal formato ha llovido mucho, y no siempre convenientemente. Ware ha puesto de manifiesto en su trabajo más extenso, Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo, que tiene cosas que decir, y que no le importa sacrificar su maestría o arriesgar la presunta facilidad del medio para avanzar hacia nuevas formas de contar. Si el concepto de encapsulación explicaba la necesidad de resumir en una imagen suficientemente significativa toda una secuencia, Ware demostraba que a veces es bueno deleitarse viñetas y viñetas en presuntos tiempos muertos, o aplicar las perspectivas axonométricas, menos verosímiles pero más eficaces.

Su estilo, deliberadamente sobrio, era una manifestación más de ese falso despojamiento, pues el uso del color y sobre todo el abigarramiento de los paisajes o la multiplicación al infinito de las viñetas daban sobradas muestras de su auténtica labor de orfebrería.

En el Catálogo… da un paso más, aunque se trate en realidad de una recuperación, pues se redactó y publicó con anterioridad a su obra mayor, y de hecho de sus páginas surgiría su Jimmy Corrigan. Lo que se nos ofrece ahora es una antología de una publicación periódica elaborada exclusivamente por el propio Ware sin ningún parámetro no sólo en tamaños, sino también en contenidos. Se trata de un cajón de sastre en apariencia inconexo, donde se nos ofrecen, combinadas, series clásicas de cómic, como Big Tex, el análisis mordaz de la América profunda más cruel y descarnada, o Rusty Brown, despiadada parodia de los fanáticos del coleccionismo como manifestación del complejo de Peter Pan, o el retrofuturismo desolador de los Cuentos del mañana. Y alternando con páginas más aparente clásicas, aunque fascinantes en el uso del color, de la división en viñetas o la propia paginación, verdaderos alardes de preciosismo gratuito: un planetario fosforescente con sus personajes como constelaciones, multitud de modelos para armar de sus propias historias en miniatura, aprovechando su fascinación por las perspectivas axonométricas, propias de los manuales de instrucciones, y texto, mucho texto, verdaderos microgramas que en apariencia sirven apenas de recursos visual (el propio Ware había afirmado: «quiero tratar de traer el componente visual de los cómics a un nivel de comprensión donde las palabras operen como conceptos visuales, donde uno pueda leer las imágenes en vez de simplemente mirarlas como si fueran ilustraciones») pero cuyo contenido, la mayor parte de las veces, supone una ácida visión al american way of live de los catálogos por correspondencia: kits de drogas personalizados, globos con formas fetales, decorados de familia feliz, grandes espacios abiertos vacíos… multitud de fruslerías ofertadas con el tan conocido lenguaje teletienda. A través de tan desoladores parodias la pesimista visión de Ware pasa revista a la mayor parte de los tópicos de la América bien pensante, sin olvidarse de su propia profesión, a la que dedica duras críticas en muchas series, desde Nuestra historia del arte, pasando por los anuncios por palabras dedicados al arte, hasta protagonizar él mismo la cara interna de la fajilla del libro, después de autorretratarse como una bombilla. Esa es otra de las características de este baúl de los asombros de nunca acabar: la sorpresa te asalta en el mínimo detalle, y a la manera de los iluministas medievales y su horror vacui Ware, disciplinado y habilidoso diseñador responsable también de la recuperación del Krazy Kat de Herriman (editado por Planeta de Agostini en España), ilustra hasta los cantos del libro con la tira más pequeña de la historia. Hay que agradecer a la editorial que haya sabido mantener la fidelidad al original hasta en el más pequeño detalle, y en este caso no es sólo una expresión.

Pero tal aparente caos se rige por una coherencia basada en el abandono y la desolación: autobiográfico como muchos de sus colegas (David B, Marjani Satrapi…) todos sus personajes reflejan su propia personalidad: ausencia de seguridad y amor propio, apatía y pesimismo. El más perfilado de sus personajes, y cuya presencia en Jimmy Corrigan adquiere ahora un significado que se nos escapaba, es ese superhéroe fondón que representa al Padre ausente.

En cuanto al nombre del libro hay toda una alocada teoría, ilustrada con fotografías más o menos amañadas, sobre el surgimiento del primer artista ACME, el primer diseñador que extendería el uso de dicho vocablo por todos los Estados Unidos entre los años 30 y 50, historia que se vuelve rocambolesca al confundirse, y fundirse, el nombre y la Empresa con los experimentales años de juventud del propio Ware.

Esa misma América al estilo Hopper y John Cheever es la que aparece en la obra de Katchor. El hilo conductor de estas tiras no es tanto su protagonista, Julius Knipl, y su extravagante profesión, fotógrafo inmobiliario, como esa extraña ciudad que es y no es Nueva York. Por sus tiras, que recuerdan poderosísimamente al Kiosko de la Utopía del portugués José Carlos Fernándes, aunque le anteceden, cruzan rocambolescas profesiones (ladrones de antenas, vendedores de caramelos al por mayor, diseñadores de vestíbulos, reparadores de almohadas eléctricas, probadores de pomos…), escenarios oníricos (una penitenciaría para pigmeos que se transforma en un parque de atracciones, salones para comerse las uñas, centros de exposiciones, el hotel de los palillos, una visita guiada en autobús que es en realidad una representación teatral…), y una perturbada visión de la existencia y sus menudencias (un coleccionista de colillas, las marcas de las lavanderías en la ropa de sus clientes, vestimentas diseñadas para criminales, un conferenciante improvisador o un maestro en los sonidos de los radiadores, degustaciones de comida enlatada y amantes de los tomates adobados). Cierra el conjunto la única serie larga, dedicada a El Combinador Vespertino, periódico de la ciudad que informa no sobre lo que ocurre en ella sino en los sueños de sus moradores, investigando en los restos que de ellos quedan en los colchones.

Ángel Alonso

Apasionante canto al cine

miércoles, septiembre 23rd, 2009

Quentin Tarantino
Malditos bastardos
Random House Mondadori, Barcelona, 2009

El novelista David L. Robbins, autor de la War of the Rats que dio lugar al filme Enemigo a las puertas, escribe en su prólogo al guión de Malditos bastardos que, aun tratándose de un largometraje acerca de la II Guerra Mundial, el cómputo de muertes es curiosamente menor que en otras obras previas de Quentin Tarantino. Porque, continúa Robbins, «aunque no escasean las escenas de caos y de carnicería, parece que el marco de violencia histórica real ha constreñido la tendencia natural del director a emplearla con generosidad».

En efecto, Malditos bastardos cuenta con restallantes latigazos de desquiciada violencia y sanguinolenta devastación, si bien no son precisamente su principal moneda de cambio narrativa para ganarse la atención del espectador. Nada más lejos de la realidad. En esta película, como buena pieza tarantiniana que es, se habla mucho y bien, a dos o más bandas, en conversaciones cocidas a fuego lento. Conforme los diálogos se desarrollan, las palabras adquieren valores añadidos, desencadenado giros narrativos o dotando de varios niveles de sentido a las situaciones.

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Recuerdos

martes, septiembre 22nd, 2009

Joe Brainard
Me acuerdo
Sexto Piso, Madrid, 2009

Aquel que escribe, haciendo relación a sus memorias: «Me acuerdo de arco iris que me defraudaron» nos puede llevar a deducir, como lectores, varias cosas: que se trata de un hombre sensible por cuanto, al parecer, no solo repara, al mirar, en lo que existe abajo, sino también en aquello que está más arriba, esto es, a las nubes, al cielo y sus colores, a los significados del cielo… Y es que el mirar implica el hacerlo no solo hacia fuera, sino también hacia adentro. Otra cosa que podemos deducir de quien escribe así es que tiene una mirada con un sentido muy gráfico, muy plástico y representativo. Mira en imágenes, quizá por ello no en vano la ocupación de nuestro inteligente autor fue el mundo de lo gráfico: la pintura, las instalaciones artísticas… A la vez, quien lea esa frase-sentencia-aforismo ha de reparar, necesariamente, que es un hombre que piensa, por cuanto un color o una imagen la transforma en una emoción. A buen seguro que es un hombre introspectivo, inteligente sin duda, y que para él la imagen es una representación que evoca o sugiere un pensamiento. Es, pues, o pudiera ser, un filósofo de la vida.

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