Autor: admin 6 marzo 2009

Pedro García Martín

El Madrid al que allega el joven Miguel de Cervantes, endomingado merced a su recién nacida Corte, estaba cojo de orientación. Apenas poseía tres puntos cardinales: un palacio vetusto, un camino alargado y un curso fluvial más bien escaso.

La residencia soberana, asentada sobre solar moruno cerca de la plaza de Oriente, erigía su inmensa mole parda entre jardines solazados y huertas floridas. Escenario ameno que no era óbice para el deambular de duendes por sus frías estancias, el requebrar de amantes fantasmales por sus pasadizos misteriosos, el crujir de extraños ruidos que alimentaban el magín ya de por sí supersticioso del vecindario. La salsa de las hablillas, a día siguiente, en los corrillos de Las Losas de palacio.

Autor: admin 3 septiembre 2007

VEROSÍMILES AVERIGUACIONES SOBRE GIGAMESH DE PATRICK HANNAHAN

David Felipe Arranz Lago

o solo la ciencia, también la creación literaria depara a veces grandes sorpresas. La posibilidad de seguir la pista a libros que han desaparecido —o cuya existencia se encuentra a caballo entre la leyenda y las brumas de la historia— y dar no solo con la fuente original, sino con el rastro azarosos de los protagonistas que jalonan la vida de una obra concreta se nos ha antojado desde hace años como una actividad casi diríamos que sacerdotal, mistérica, si se quiere.

El concepto aristotélico de lo verosímil, como sabemos, no implica la veracidad de los hechos narrados: solo la posibilidad de que hubieran podido producirse, según los criterios clásicos de la imitatio. En este sentido, es muy posible que el libro Gigamesh escrito —según el escritor polaco Stanislaw Lem (1921-2006)— por el irlandés Patrick Hannahan estuviera estrechamente relacionado con el asesinato de un caballero en el siglo xvii y la génesis del Quijote. Creo que hubo una fuente única de la que bebió Hannahan para pergeñar su Gigamesh, reseñado por Lem en Vacío perfecto (A perfect vacuum, 1971), su colección de prólogos imaginarios, continuada en Un valor imaginario (Imaginary magnitude, 1973). Esta demostración es, ante todo, verosímil, profundamente literaria y necesita un lector cómplice.

Autor: admin 2 septiembre 2007

Emilio Martínez Mata

En su reciente discurso de agradecimiento por el premio que lleva el nombre de nuestro escritor más universal, Antonio Gamoneda convirtió la idea de la cultura de la pobreza de Cervantes en el eje vertebrador de su intervención. Se apoyaba para ello en un tópico muy extendido, que tiene su primer cultivador en el propio novelista y que resurgiría en el siglo xviii.

Los biógrafos de Cervantes están de acuerdo en una vida ajetreada y, fracasado su proyecto de vivir de la literatura (es decir, del teatro) por el triunfo de Lope de Vega, en la necesidad de desempeñar diversas ocupaciones para sacar adelante a su familia. Algunas de ellas, como las de comisario de abastos y recaudador de impuestos, se presumen con seguridad bien ingratas. Desconocemos su nivel de ingresos, pero, por un lado, su amplísima cultura literaria (para lo que necesitaría tener a su alcance un buen número de libros aun cuando no resultaría imprescindible la propiedad de los mismos) y, por otro, los tratos con un comerciante genovés y un financiero portugués durante su estancia en Valladolid nos plantean incógnitas sobre sus ingresos y sobre la índole de sus ocupaciones (aumentadas por las palabras con las que se refiere a él su hermana Andrea: «Un hombre que escribe e trata negocios»).