Autor: admin 11 julio 2008

Eugenio Fuentes

Una de las experiencias lectoras más estimulantes que se pueden abordar en estos meses de verano, cuando las vacaciones nos conceden más horas libres para los libros sólidos, es leer sucesivamente dos novelas grandes en tamaño y calidad, de largo recorrido y de profundo aliento: Vida y destino, de Vasili Grossman, y Las benévolas, de Jonathan Littell. Las dos tienen más de mil páginas y demuestran que la potencia y el músculo le vienen bien a la literatura. Las dos han sido comparadas a Guerra y paz por su temática bélica, por la amplitud geográfica y temporal de los acontecimientos, por la multitud de personajes, por la ambición totalizadora del relato y por la trascendencia última de sus temas: la vida, el destino, la muerte.

Autor: admin 10 julio 2008

Jorge Ordaz

Cela est bien dit,» répondit Candide; «mais il
faut cultiver notre jardin.

(Voltaire)

AMISTADES

Su lista de amistades constituye una especie de Who’s who de grandes personalidades de la época: Walter Pater, Robert Browning, Edmund Gosse, H. G. Wells, George Bernard Shaw, Henry James, Edith Wharton, Bernard Berenson, Maurice Baring, Aldous Huxley, Mario Praz… Con todos tuvo sus más y sus menos; con algunos acabó rompiendo; con ninguno, a excepción de Baring, tuvo una amistad que pudiera considerarse como estrecha y prolongada en el tiempo.

Autor: admin 17 abril 2008

Cecilia Eudauve

I

Al despertarme todo cobró un sentido catastrófico. ¿Por qué un sueño podía tomar esas dimensiones, salir de mi cabeza e inundarlo todo? Había sido tan real, por eso me costó trabajo darme cuenta de que esa mujer, repleta de sí misma e inmensa, reclamando el libro, pidiéndolo a gritos, no era Matilde. Aunque tal vez sí, pues lo exigía con una necesidad absurda, reiterativa. Yo no comprendía del todo aquello, hasta que su mirada se me clavó tan adentro y vi, a través de sus ojos, ese profundo pozo ennegrecido de carencia. Entendí, como hermanado con ello, su desesperación, me percaté de que la ausencia de ese libro nos llevaría a los dos a un precipicio y después a la nada.

Autor: admin 7 abril 2008

Toni Montesinos

A Germán Gullón

En pleno noviembre, de visita en Amsterdam, el frío no resulta demasiado penetrante pese a que la temperatura es bastante baja; el viento parece un aliado del paseo, la constatación del otoño marronverdoso, y es la llovizna la protagonista absoluta de un cielo, gran nube gris, que duerme sin estallar, lagrimeando muy digna y persistentemente. Esa llovizna, los edificios de pocos pisos, los puentes sobre los canales, la grisura: Amsterdam, hermana gemela de Dublín, comparte todo con esta en la distancia, y si uno por fin reuniera cobardía para tirarse al agua y desaparecer en el fondo, acabaría resucitando en el río Liffey, y allí en Irlanda volvería a encontrarse con esta misma lluvia, con el aire gris, con la monotonía de vivir en un pueblo cosmopolita.

Autor: admin 2 enero 2008

Santiago Beruete

ARTE DE TITULAR

Dios os libre, lectores, de chocar con un literato, con un genuino y estricto literato, con un profesional de las letras, con un ebanista de prosa barnizada. Sería una de las mayores desgracias que pueda sobreveniros.

(Miguel de Unamuno)

De todos es sabida la importancia que un buen título tiene en el posterior éxito de un libro. Hay quien dijo que las palabras escogidas para dar a conocer una obra auguran su porvenir. Tanto es así, que novelas malas de solemnidad han cosechado laureles merced a la sugestiva originalidad de sus títulos. Y no es menos cierto lo contrario. La historia está llena de obras maestras que han caído inmerecidamente en el olvido debido a una designación poco afortunada. Puede que, de no ser por el sortilegio de su título, creaciones tan emblemáticas de nuestras letras como La vida es sueño, Luces de bohemia o Cien años de soledad jamás hubieran alcanzado el reconocimiento que se merecen.

Autor: admin 5 noviembre 2007

Traducción y nota preliminar de José Luna Borge

Cuando Robert Walser escribe estos artículos, «Fur die Katz» («Por nada» o «Para el gato») 1928/29; «Meine Bemühungen» («Mis esfuerzos») 1928/29 y «Der gebrauchte Mensch» («El hombre gastado») 1930/31, se encuentra entre los cincuenta y los cincuenta y cuatro años, edad en la que un escritor sabe de sobra si ha conseguido algo en su oficio o si, por el contrario, ha fracasado. Walter entonces se encontraba en una deriva en la que «la soledad si iba haciendo en torno suyo» y no tenía dónde agarrarse, solo los articulillos que aparecían en «el folletín» (sección de algunos periódicos en la que se publicaban pequeñas notas de interés general, reseñas de libros, novelas y todo lo que escapaba a las secciones «serias» de política y economía) de algunos diarios que todavía se aventuraban a publicarle. Cuando este único asidero le faltó, todo se vino abajo con la crisis de 1928/29 que, precisamente, parece haberse originado por la negativa del Berliner Tagblatt a publicar los textos que Walter había enviado. Desde 1925 este periódico venía publicándole hasta tres colaboraciones mensuales, constituyendo su principal fuente de recursos, la más segura y lucrativa. El redactor jefe le recomienda que momentáneamente deje de colaborar durante seis meses. Desde noviembre de 1928, en efecto, y durante seis meses, ningún texto de Walser aparece en el periódico. Es muy probable que esta noticia desatara la grave crisis cuyo final sería el ingreso en el asilo de Waldau. «Me esforcé en seguir escribiendo a pesar de esta advertencia», le cuenta a Carl Seelig, «pero fueron solo tonterías las que me arrancaba con mucho trabajo […] Para terminar, mi hermana Lisa me llevó al asilo de Waldau. Todavía en la puerta, le pregunté: “¿Hacemos lo conveniente?” Su silencio fue explícito ¿qué otra cosa podía hacer sino entrar?».

Autor: admin 4 noviembre 2007

Iñaki Uriarte

Pla dice que hay que escribir como se escribe una carta a la familia, pero con un poco más de cuidado. Aquí voy a hacerlo como si hasta las cartas fueran un alarde de retórica. Como si hablara solo.

Leer el periódico hasta la última coma, o prescindir absolutamente de él, entretenerme con novelas baratas, seguir con atención programas birriosos en la tele, ser afable con todo el mundo, esos son mis síntomas más claros de bienestar.

Me llaman de ETB para que acuda a un debate en euskera en nombre del Foro de Ermua. Ni sé euskera ni me importa nada el Foro de Ermua, del cual firmé su manifiesto inicial porque no me parecía mal, no tenían firmas y E. insistió en que lo hiciera. Pero el Foro se convirtió enseguida en algo que no tenía mucho que ver con el manifiesto.

Autor: admin 3 julio 2006

Luis García Jambrina

1. los escritores y la ciudad

Como es bien sabido, la ciudad —cualquier ciudad— no es tan sólo un lugar geográfico, un territorio urbano. Es también un espacio literario, un ámbito en el que se funden el mito, la invención y la realidad. No en vano las ciudades las construyen también los escritores, los novelistas, los dramaturgos y, desde luego, los poetas. Son ellos los que las crean, configuran y remodelan, libro tras libro y siglo tras siglo, en el imaginario colectivo de las gentes. Dice la filósofa española María Zambrano que “una ciudad sin escritores queda vaciada de su esencia de ciudad, y aparece como un complejo aglomerado, como algo que puede cambiarse, trasmutarse o desaparecer sin que su vacío se note. Una ciudad sin escritor —añade— es un templo vacío, una plaza sin centro, o quizá con el centro desplazado y puesto al margen, esquinado, para dejar su lugar, todo el lugar, a algo cuyo nombre no está siquiera bien catalogado, algo para lo que, en realidad, no hay palabra”. De hecho, podemos pensar que si los hombres no escribieran no existirían las ciudades. El nacimiento de la ciudad está ligado, de alguna manera, a la invención de la escritura, y su posterior crecimiento y desarrollo es inseparable de la evolución de la épica, que es un género narrativo, y, posteriormente, de la novela. Y, a este respecto, no parece casual que el título del primer gran poema épico griego, la Ilíada de Homero, derive de Ilión, que es otro nombre de la ciudad de Troya, así llamada por Ilo, su fundador legendario.