Autor: admin 21 julio 2009

Versión y nota preliminar de Andrés Catalán

Siempre que hay que caracterizar al poeta americano Wallace Stevens (Reading, Pennsylvania, 1879-Hartford, 1955) se alude a su supuesta doble vida de ejecutivo en una compañía de seguros y de poeta, y a su desdén por los datos biográficos cuando se le preguntaba por ellos. Es archiconocida la respuesta que en 1922 envió al director de The Dial, Gilbert Seldes, cuando este le pidió una nota biográfica que acompañara a un grupo de poemas que iba a publicar: «Evíteme, por favor, la nota biográfica. Soy abogado y vivo en Hartford. Pero ninguno de estos hechos es divertido o revelador». Su trabajo como hombre de negocios le permitió disfrutar de una vida de alta burguesía, al menos una vez que se estableció en el mundo de las compañías de seguros. No lo tuvo claro desde siempre: en 1901, mientras trabaja para el New York Tribune como reportero, llega a proponerle a su padre abandonar el periódico y dedicarse solamente a escribir. Pero este le aconseja dedicarse a las leyes: el joven Stevens le hace caso, y entra ese mismo otoño en la New York Law School. Al año siguiente, llegará a tomar la resolución de dejar la bebida y «escribir algo cada noche, sea una sola línea o una página entera». Sin embargo, aunque no abandonará las lecturas ni el interés por la poesía de los demás, optará los años siguientes por afianzar su carrera, primero en algunos bufetes de abogados, y después en el negocio de los seguros, y no escribirá gran cosa durante un largo periodo.